
Apple, una de las empresas tecnológicas más influyentes del mundo, mantiene una relación estratégica con China que va más allá de simples acuerdos comerciales. China no solo representa uno de sus mercados más importantes, sino que también es el corazón de su cadena de producción.
La mayoría de los productos de Apple, incluidos los iPhones, iPads y MacBooks, son ensamblados en fábricas chinas operadas por empresas como Foxconn. Esta dependencia ha generado múltiples desafíos, especialmente durante eventos como la pandemia de COVID-19 o las tensiones comerciales entre EE. UU. y China.
Apple ha intentado diversificar su producción trasladando parte de ella a India y Vietnam, pero las complejidades logísticas, la experiencia técnica y la infraestructura que ofrece China siguen siendo difíciles de replicar. Dejar China completamente no solo sería extremadamente costoso, sino que podría afectar seriamente su capacidad de innovación y distribución global.
Por otro lado, Apple también enfrenta presión por las políticas del gobierno chino, incluida la censura y las restricciones a aplicaciones y servicios. Esta situación genera un dilema ético y comercial: mantener el acceso a uno de los mercados más grandes del mundo o defender principios como la libertad digital.
Mientras Apple continúa expandiéndose y explorando nuevos territorios, su vínculo con China sigue siendo crucial, aunque frágil. Es una danza estratégica entre la innovación, el comercio y la geopolítica.